Kate McCann, la madre que no llora

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Los padres de Madeleine, Kate y Gerald McCann, están viviendo la mayor pesadilla de toda su vida (Foto: Agencias)

Los padres de Madeleine, Kate y Gerald McCann, están viviendo la mayor pesadilla de toda su vida (Foto: Agencias)

Ni su mirada ni su actitud expresan el sufrimiento y dolor de haber perdido una hija. Y aunque Kate McCann no sea la viva imagen de la desesperación y pena por la desaparición de Madeleine, la procesión va por dentro.

Desde que la Policía portuguesa decidiera declarar «arguida» (sospecha a medias) a Kate McCann y a su marido, la imagen de esta mujer de 39 años, médico de familia y madre de tres hijos, ha pasado de ser la de una mujer fría, pero angustiada, que levantaba la compasión por la desgracia sufrida, a ser considerada una malvada y maquiavélica capaz de todo, incluso hasta de dar muerte de su hija como sospecha la Policía.

Kate McCann está pasando por la peor pesadilla que una madre podría imaginar en su vida. Su actitud y sus expresiones, alimentadas por los muchos rumores infundados de culpabilidad que aparecen en los medios de todo el mundo, han provocado reacciones de rechazo y odio en la opinión pública.

Pero tal vez por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, lo cierto es que la de  Kate McCann no es precisamente la que muestra a una madre hundida en la desgracia y la desesperación por haber perdido una hija. Ni Kate ni si su marido Gerry han cambiado desde que estalló la tormenta mediática de la desaparición de «Maddie». Lo que ha cambiado es la forma de como millones de personas en todo el mundo los han visto y, ese cambio se ha producido de la noche a la mañana.

Bajo el prisma mediterráneo, y desde el primer momento, los padres de Madeleine han dado una imagen de ser personas frías, de estar poco afectados por la desgracia de la desaparición de su hija, pero nada más lejos de la realidad.

No es lo mismo un británico que un portugués.

Kate y Gerry McCann son británicos y habituados a no expresar sus sentimientos de forma estrepitosa como sucede en el sur de Europa. Un claro ejemplo de la conocida «flema» británica es la reina Isabel II, cuya expresión, ante desgracias y muertes, incluso de familiares, siempre es la misma. Pero nadie parece tener en cuenta esta idiosincrasia y, en base a la imagen de los padres de la niña, medimos a todos con el mismo patrón.

De esta manera pensamos que «Kate mató a su hija» y que «su marido Gerry colaboró». No hay pruebas, pero la imagen de la madre nos hace pensar así. Como buenos británicos, porque son así, a los McCann no les vamos a ver dando gritos, ni llorando en público a la lágrima viva, aunque nadie sabe sus reacciones en la intimidad, ese círculo cerrado que la Policía portuguesa le gustaría conocer.

Una mirada turbia y perdida.

En las pocas entrevistas y apariciones de la pareja en televisión, Kate McCann apenas dice nada. Su marido, Gerry, es el que siempre hace las declaraciones o lee los comunicados. Kate se mantiene en un segundo plano con la mirada baja y aferrada al peluche favorito de su hija. Es una mirada turbia y perdida. Una mirada que ante los ojos de mucha gente no expresa con contundencia ni el dolor ni el sufrimiento por el que está pasando. Sin embargo, muy pocos de los que critican esta supuesta frialdad y falta de lágrimas han tenido en cuenta que sus apagados ojos delatan los efectos de los ansiolíticos y antidepresivos con los que está siendo tratada, al menos en los últimos meses.

Kate McCann no es ni de lejos la misma mujer que un 30 de abril llegó al Algarve portugués con su marido y sus hijos para pasar allí unos días de vacaciones. Esta médico de familia, acostumbrada a tratar problemas de salud de sus vecinos, se ha convertido ahora en la paciente de psicólogos y psiquiatras. Kate está pasando por una fuerte depresión y está bajo los efectos del tratamiento.

Siempre arreglada y peinada.

Pero a pesar de la desgracia, angustia y desesperación por la que está pasando, a Kate McCann siempre la hemos visto perfectamente arreglada, peinada y con un ligero e imperceptible maquillaje. Con sus cintas y adornos en el pelo, pendientes y pulseras amarillas de apoyo para la búsqueda de su hija, Kate da la impresión de que no le hubiera pasado nada. Desde nuestro prisma latino ella da una imagen de frivolidad. ¿Pero es que acaso alguien esperaba que iba a vestirse de negro y salir llorando con la cara desencajada?

Los McCann son médicos y saben muy bien que cuando ocurre una desgracia en la familia, no hay que encerrarse en si mismo sino mantener la normalidad en la medida de lo posible. Muchas mujeres en el mundo conocen lo que es tener una depresión posparto. Conocen la desgana y sólo quieren quedarse en casa sin hacer nada y con la mirada perdida.

La orden de los psicólogos es tajante: nada de quedarse en la cama. Hay que levantarse, hay que arreglarse, hay que salir y hacer todo lo posible para mantenerse ocupada. Hay que hacer lo normal para no hundirse más en el pozo negro de la depresión. Kate Mccann está haciendo lo mismo. Se viste, se peina, se ocupa de los gemelos y trata de hacer una vida normal. Es una orden de los médicos, sus colegas, y ella lo sabe. No juzguemos a esta madre por su imagen tan diferente a la que nos imaginamos. Culpable o inocente, bastante tiene con haber perdido a su hija.

Lista de artículos que hemos publicado sobre este caso en orden cronológico.

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