Oslo, la ciudad más cara del mundo
Cuando en la cafetería con autoservicio de un hotel tienes que pagar 12 € por un café y dos mini magdalenas, o te lo tomas con humor o te da un infarto.
© V. de los Espadas – JM Noticias
No es ninguna novedad que los países nórdicos son los lugares más caros de todo el mundo. Los españoles que han tenido la ocasión de pasar unos días como turistas por estos lares lo habrán podido comprobar en sus bolsillos. En Oslo todo es muy caro, pero como van de paso, hacen la vista gorda a los excesos, tal vez por aquello de que un día es un día y no lo notan.
Sin embargo, los estudiantes de Erasmus y los periodistas, como el que suscribe, que sólo disponen de míseros recursos económicos, tienen que acomodarse a los largos meses de supervivencia por estas latitudes nórdicas, donde vivir el día a día se convierte en toda una odisea. Y es que cuando en la cafetería con autoservicio de un hotel normal y corriente tienes que pagar 12 €, – el equivalente a 1.996 pesetas – por un café y dos mini magdalenas, o te lo tomas con humor o te da un infarto.
Pero esto no es nada del otro mundo. En la panadería, – dos calles más abajo – te pedirán 2 € por sólo la magdalena, sin el café. Ahora bien, te darán una bolsita de papel para que se te la lleves envuelta, y una pequeña servilleta para que te la comas de un bocado en la calle.
Oslo, la capital del reino de Noruega que en tiempos pasados llamaban Christiania o Kristiania, se ha convertido en la ciudad más cara del mundo. Así lo afirma la llamada «The Economist Intelligence Unit», la «Unidad de Inteligencia Económica» del grupo editorial británico «The Economist», que dos veces al año publica una lista de la ciudades más caras del planeta, basada en los precios que tiene que pagar los habitantes de estas grandes metrópolis.
Y no es que Oslo sea una ciudad muy grande, sino que el coste de vida en la capital noruega ha superado al de Tokio, que durante 15 años consecutivos ostentaba el título de ser la ciudad más cara del mundo. Sorprende, sin embargo, que la capital nipona quede relegada a un segundo puesto en esta lista, que es una guía para que las empresas calculen el pago a sus ejecutivos en 128 ciudades del mundo.
El tercer puesto del «ranking» de carestía de vida lo ocupa otra ciudad escandinava: Reykjavik, la capital de Islandia. Nada de extrañar teniendo en cuenta que es una isla, aunque tiene la ventaja de que no se necesita el petróleo para calentar las casas porque utilizan la energía geotérmica, el calor del subsuelo producido por la actividad volcánica.
El cuarto puesto se lo lleva la ciudad nipona de Osaka, habitual cada año en esta lista. El quinto vuelve a Europa y se queda en París. La ciudad de la luz es también un lugar muy caro para vivir y un poco más que Copenhague, la capital de Dinamarca, que ocupa un sexto lugar, seguida de Londres y de las suizas Zúrich y Ginebra, situadas en un octavo y noveno puesto respectivamente, mientras la finlandesa Helsinki entra como la décima de las 10 primeras ciudades más caras del mundo.
Madrid y Barcelona no se quedan atrás y comparten el puesto número 35, muy por debajo de Nueva York, que es la ciudad más cara de los EE.UU y ocupa el puesto número 27, por delante de Moscú y Roma. Aún así, y teniendo en cuenta los precios de la vivienda en España, muchas veces más caros que en Escandinavia, resulta extraño que las dos ciudades españolas no estén más cerca de los primeros puestos de esta lista.
Cuesta un riñón y parte del otro.
Oslo es una ciudad cara y lo podrán comprobar nada más llegar al aeropuerto, donde hay que pagar 33 euros por un billete de ida y vuelta en el tren de cercanías que les llevará hasta casi el centro de la ciudad. Si prefieren ir en coche, también hay que pagar un peaje de 2 euros para poder entrar con el vehículo en el casco urbano, donde además tendrá que pagar por aparcar después de haber pagado 700 euros como mínimo, por una semana de alquiler de un pequeño utilitario.
Una hamburguesa, donde la carne es mínima porque es un lujo, cuesta entre 6 y 8 euros. Si fuma, suponiendo que encuentre un sitio donde esté permitido, recuerde que un paquete de tabaco cuesta casi 10 euros. Vaya preparando entre 12 y 30 euros si quiere comer un plato barato en la cafetería de un supermercado y otros tantos o más por una botella de vino peleón. Si prefiere la cerveza, a los noruegos les encanta, pero a partir de los 6 euros la caña con el único aliciente que tal vez sea una guapa camarera rubia de ojos azules la que le sirva en la barra. Aproveche, si es hombre, porque el deleite de poder mirar a la chica es lo único que no cuesta nada.
Los estudiantes lo tienen algo más barato ya que pueden comer en la cantina de la universidad, donde pagan entre 6 y 12 euros por un plato combinado de comida caliente. Pero si por la noche van al cine tienen que pagar entre 11 y 16 euros para ver una película y, si compran palomitas, mejor ni se lo cuento.
En las ofertas de los grandes supermercados se puede comprar un paquete de medio kilo de salchichas vienesas por 6 euros, un frasco de champú por 3, un par de zapatillas de señora, corrientes y molientes, por 25 euros. O sea, lo mismo que cuesta un par de pantalones. Todo ello sin ser artículos de marca, claro está, porque las marcas se pagan y entonces los precios se multiplican por tres o por cuatro. Por ejemplo, una camisa de caballero a partir de los 90 euros.
Y si han llegado hasta aquí sin escandalizarse, pueden hacer el favor de enviar una carta al director de los diarios españoles diciéndoles que este corresponsal pide que le envíen comida para todo el año, porque con lo que cobra del medio español, tal vez podría sobrevivir en España pero aquí, en Noruega, no le llega ni para pagar el teléfono.