Hacer el payaso o hablar con él
Si sales con una chica y se te ocurre llevarla a cenar al «drive in» de McDonals, no seas capullo y te pongas a hablar con el payaso.
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Esta es una historia auténtica que un conocido contaba en un chat de Internet. Reíros como todos nos hemos reído, que la risa es sana y aquí nadie se molesta por nada.
Este es el relato:
Lo que voy a contar lo considero como una de las anécdotas de mi vida que nunca olvidaré. Ocurrió en esos años jóvenes, cuando todos creemos que sabemos casi todo, y encima hasta intentamos demostrar que somos mejor que nadie.
Vamos a ver, primero os pongo en antecedentes. Yo tenia 18 años recién cumplidos y soy de Madrid, así que imaginad cómo tenía en esa época el pavo de subido. Y además era el segundo de una panda de amigos de mi barrio que se había sacado el carné de conducir.
Un día invité a cenar a una chica del barrio que a todos nos gustaba. Bueno, esto de «invitar a cenar» con el presupuesto de un estudiante es mucho decir, pero uno hace lo que puede y así se debe entender.
A ella se le ocurrió la feliz idea de ir a un Mc Auto, o sea, uno de esos «drive in» de los McDonals, donde al estilo americano y sin bajarte del coche pides el menú de hamburguesa y te lo entregan todo metido en una bolsa de papel.
Yo no nunca antes había estado allí y ella tampoco, así que la noche pintaba interesante porque con la «cena» en el coche los dos nos podíamos ir por ahí… tranquilos y, sobre todo,… ¡solitos!
Entro pues en el McAuto de mi barrio y paro a la altura del payaso, ese que tiene el menú y un micro por donde pides lo que quieres. Empiezo a decir: Quiero dos Big Mac, patatas, coca-cola…y bla, bla, bla….
Mientras esperaba, los otros coches que estaban detrás empezaron a pitar. Yo, que estaba con la nena me pongo machote y sacando la cabeza por la ventanilla me vuelvo y les grito: «¿Queréis esperar cabrones?… Hay que joderse… ¿No veis que estoy pidiendo?… ¡Hostias!.
De pronto oigo una voz por la megafonía que dice: «Por favor, el listo del Renault 11 que deje de hablarle al payaso por la entrada de aire. El muñeco es sólo un adorno comercial. Así que, venga a pedir en la ventanilla como todo el mundo…»
¡Joder!, yo me quería morir. Pero ¿qué iba a hacer?. No podía irme de allí sin más. Me dirigí hacia la ventanilla y según me iba acercando, veía como media plantilla del McDonals se apiñaba, partiéndose de risa, para verme la cara.
Con un cabreo de cojones, me acerco y la chica de la ventanilla me dice entre risas: «Bueno, ¿qué va a ser?». Tragando saliva y tratando de recuperar la compostura empiezo a pedir: Pues a ver, dos BigMac, dos coca colas, 2 de patatas y dos helados….
Sin poder contener la risa la chica me pregunta esta vez; «¿quieres cacahuetes?». Entonces exploté. ¡Quiero patatas!. Te he dicho P.A.T.A.T.A.S… ¡sorda!. La contestación que me dio acabó de hundirme: «¿Pero cómo voy a echar patatas fritas en el helado? .. ¡Animal!»
La nena que venía conmigo ya no podía más. Había salido del coche y se revolcaba, ahogada de risa, por el suelo del parking. Al día siguiente, todo el barrio sabía lo que había pasado, incluso los padres de ella. Yo no he vuelto más al McAuto y además, cada vez que veo el payaso me acuerdo de esta historia y yo solo me río de lo que pasó.