Islandia, la tierra de hielo y fuego
Una impresionante naturaleza donde el hielo de los glaciares convive con el fuego de los volcanes.
© Miguel Mielgo – JM Noticias
En las lenguas nórdicas el nombre de Islandia quiere decir «tierra de hielo». El vocablo está formado por la palabra «Is» que significa «hielo» y «land» que se traduce por «tierra»
Pero los habitantes de esta solitaria isla en medio del Atlántico norte están acostumbrados a andar con los pies calientes y por un suelo abrupto y tembloroso, donde de vez en cuando los volcanes da un suspiro en su eterno letargo.
Alrededor de la mesa de desayuno del hotel en Reykjavik, se oye hablar español. Los murmullos de los compatriotas, algunos como es habitual casi a gritos, contrastan con el silencio de los turistas de otras nacionalidades.
Islandia se ha convertido en una meta turística para los españoles que durante el verano encuentran en el frío clima de Islandia el contraste al sol y el calor de las costas y playas españolas.
La invasión española ha contribuido a que Islandia haya batido todo un récord de turistas. Este año, que casi termina, superan al número de habitantes. Más de 300.000 turistas aterrizaron en estas lejanas tierras de sólo 275.000 habitantes. «Esto es como España», decía Siv Fridleifsdottir, ministro de turismo de este país nórdico, con una amplia sonrisa de satisfacción en la cara.
En Islandia los visitantes tiene un problema: aquí todo es muy caro. Después de Japón y Noruega, esta isla nórdica es el país más caro del mundo.
Una semana, incluido todos los gastos, supera fácilmente los 2.000 Euros por persona, aunque con los paquetes de viaje organizado de los operadores turísticos hasta puede salir salir un poco más barato.
Pero si se buscan nuevas experiencias en el marco incomparable de una naturaleza impresionante, Islandia las tiene todas.
Lo mejor es alquilar un coche.
Una de las mejores maneras de visitar el país es alquilando un coche para dar una vuelta a toda la isla. Si alquila el más barato, como por ejemplo es el Opel Corsa, no hay muchas posibilidades de salir fuera de las carreteras asfaltadas y algunos caminos de tierra. Es mejor un «todoterreno», aunque sea más caro, porque este tipo de vehículo es necesario para poder acceder a muchos lugares.
La primera y obligatoria parada después de salir de Reykjavik es el lago Myvatn. Si la visita se hace durante los meses de verano, se aconseja llevar un sombrero con mosquitera incluida.
Myvatn es como ir a un paisaje lunar donde el color de las rocas y de la tierra cambia constantemente. Del negro y verde pasa al negro y amarillo. De los tonos anaranjados y rojos de las pequeñas flores, al gris y blanco de las cenizas volcánicas.
Las rocas dan de pronto la vuelta como una espiral y las montañas se agrietan. Es entonces cuando la lava aparece amontonada en múltiples y caprichosas formas, cubierta de un musgo verde grisáceo.
Aquí se juntan Europa y América
Al lado del lago Myvatn está la famosa grieta de Grjotagja donde emanan grandes columnas de humo y vapor blanco. Impresiona estar en el lugar donde se juntan dos continentes; el eurásico por un lado y el americano por el otro.
Con un pie en Europa y el otro en América, se van separando cada vez más, e Islandia crece en este lugar entre uno y dos centímetros al año. Las charcas de los lodos hirviendo se complementan con un intenso olor a azufre que se pega al cuerpo y se incrusta durante días en los pulmones, dando la sensación que uno ha estado de visita en el infierno.
Un paseo por el mayor glaciar de Europa
En Höfn al lado de Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa, es la segunda parada. Los enormes bloques de hielo que se desprenden del glaciar terminan flotando, como inmensas estatuas de color azul turquesa intenso, sobre el agua de la laguna donde nadan las focas.
Navegar entre estos inmensos colosos de hielo, que tardan entre 6 y 7 años en deshacerse, produce una extraña sensación. El sepulcral silencio del lugar sólo se rompe por el susurro del aire frío y algunos crujidos de las masas de hielo.
La excursión sobre la nieve del glaciar, subido a bordo de los potentes «scooters», es inolvidable. A casi 45 kilómetros por hora es imposible evitar que salten las lágrimas en los ojos debido al aire frío, casi gélido, que acaricia con fuerza la cara.
Hay que mantenerse siempre justo detrás del guía, pues si te sales de las marcas que dejan en la nieve los esquíes del «scooter», te arriesgas a terminar estrellado contra alguna de las dunas de hielo y nieve o, lo que sería peor, en el fondo de alguna de las profundas grietas del glaciar que pueden alcanzar varios cientos de metros de profundidad.
Las cataratas de Gullfoss
Nadie puede perderse la visita a las cataratas de Gullfoss, donde el agua cae por tres lados. Se aconseja llevar un impermeable o ropa adecuada, si no se quiere salir calado de la experiencia.
La lluvia no es un fenómeno desconocido en Islandia y el tiempo puede cambiar en pocos minutos. Si hay sol y el cielo está despejado, una tormenta de agua e incluso de nieve puede sorprendernos en menos de media hora.
Cerca de Gullfoss, a unos 10 Kms, está la zona de géiseres. El famoso Geysir, que ha dado nombre al fenómeno que se produce cuando el agua hirviendo salta en chorro desde un agujero en la tierra, ya no es lo que una vez fue.
Aún así, hay otros géiseres en la zona como el Strukkur, que satisfacen la curiosidad de los turistas con un potente chorro de agua y vapor que sube a más de 30 metros de altura y además, salta puntualmente cada 5 minutos.
El nuevo centro de tecnología geotérmica, cerca de Geysir, completa la avidez de los visitantes que van en busca de estas experiencias.
La Laguna Azul
Al norte del lago de Thingvalla, el mayor de Islandia, se encuentra la planicie del mismo nombre. Los interesados en historia pueden ver allí el Altinget, que fue el primer «parlamento» vikingo, o sea, el lugar donde nació la democracia islandesa.
En Hveragerdi se pueden ver los grandes invernaderos de frutas y verduras calentados por el calor geotérmico del interior de la tierra. Unos auténticos jardines donde, en contraste con el exterior, se cultivan desde plátanos hasta flores tropicales.
Si embargo, el distintivo de Islandia es sin ninguna duda la conocida Laguna Azul, cerca de Reykjavik.
Muchos de los pasajeros, que sólo están de tránsito en el aeropuerto de la ciudad, se toman unos momentos de descanso para bañarse en su aguas que, aunque sea invierno, siempre están a una temperatura constante de 40 grados.
Aguas cargadas de minerales que tienen un efecto benéfico en el cuerpo, sobre todo para los que padecen reuma y enfermedades de la piel. Islandia merece la pena.