Solana y sus gafas

El coordinador de la política exterior de la UE, Javier Solana, paralizó el centro de Copenhague para poder arreglar sus gafas.

© JM Noticias

Solana y sus gafas danesas (Foto:Archivo)

La visita a Copenhague del español Javier Solana, el coordinador de la política exterior de la UE, no pasó del todo desapercibida para los habitantes de la capital danesa. El mandatario comunitario paralizó el centro de la ciudad cuando quiso ir a una tienda de óptica para arreglar sus gafas.

Según el canal 2 de la tv danesa, todo ocurrió el pasado jueves 7 de Septiembre en plena hora punta. Javier Solana decidió acudir con toda su comitiva hasta Amati Optic, una tienda de óptica situada en el centro de la ciudad.

Seis motoristas de la policía y varios agentes de los servicios secretos daneses (PET) que le daban escolta, cortaron y cerraron al tráfico de Palægade, la calle donde estaba situada la tienda, para que el cortejo de coches del político pudiera llegar hasta la puerta.

Todo un dispositivo de seguridad que ni la propia reina Margarita utiliza en sus desplazamientos y, mucho menos, para ir a una tienda donde le arregleran unas gafas.

El que fuera secretario general de la OTAN tiene además una manera muy particular de hacer patria, pues ni siquiera intentó defender los intereses de su país natal.

Sus preciadas gafas, de la marca danesa Lindberg,­ que por lo visto sólo necesitaban hacerles unos ajustes mecánicos, habían sido compradas en España, pero según TV2, el mandatario dijo: «Dinamarca es el único sitio que saben darme un servicio correcto».

No se sabe si el dueño de la óptica danesa le cobró por apretar los tornillos de la montura, – en el Corte Inglés se lo hubieran hecho gratis como a todo el mundo – pero si se sabe que se despidió con la frase «You saved my day» (Me has salvado el día) , y continuó sus visitas políticas.

Mientras tanto, los daneses que no podían pasar por la calle, además de los conductores que de pronto se encontraron con el tráfico cortado,  estaban que echaban chispas y, seguramente, no tuvieron frases tan diplomáticas de «agradecimiento».

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