El circo del Nobel de Literatura

A los dimes y diretes sobre el premio Nobel de Literatura se unen las reacciones en pro y en contra del elegido. Todo un espectáculo digno del circo más famoso del mundo.

© Miguel Mielgo – JM Noticias

Real Academia de las Letras de Suecia. (foto: archivo)

Real Academia de las Letras de Suecia. (foto: archivo)

Si estás leyendo esta historia antes de la una de la tarde del jueves 12 de octubre, ten en cuenta que en estos momentos el mundo de la letras estará pendiente de lo que sucede en Estocolmo.

A esta hora, con la pulcritud de la puntualidad nórdica, Horace Engdahl, el secretario general de la Real Academia de la Letras de Suecia, desvelará al mundo el nombre del galardonado con el premio Nobel de Literatura 2006.

Un minuto de expectación y suspense ante un público muy interesado, que cada año es más numeroso, por el espectáculo que forman las espontáneas reacciones de los presentes.

Entre suspiros de alivio, gritos de alegría, aplausos de unos y pitos de otros, hay hasta quien derrama lágrimas de decepción al saber que su escritor o escritora favoritos no pasará a los anales de la historia del galardón literario más prestigioso del mundo.

Y esto pasa en Suecia, que no en un país latino, donde sus gentes no son de expresar sentimentalismos. Ahora esa solemnidad, que en otros tiempos rodeaba esta sencilla ceremonia del anuncio del Nobel de Literatura, es sólo un vestigio del pasado.

Años de secretos y miles de especulaciones.

Nadie puede decir, que antes de anunciar el galardonado, se haya podido saber de antemano el nombre del elegido que recibirá los laureles de la gloria. La decisión de los académicos suecos, pocas veces aplaudida y muchas criticada, es uno de los secretos mejor guardados del mundo. No obstante, detrás de los muros de la Real Academia sueca no todo es un jardín de rosas.

Horace Engdahl momento antes de anunciar el Nobel de Literatura. (foto: archivo)

Horace Engdahl momento antes de anunciar el Nobel de Literatura. (foto: archivo)

El secreto de los criterios de selección ha dado pie a múltiples comentarios y sobre todo, muchos dimes y diretes que a veces han desembocado en escándalos.

Sin embargo, y tal vez por aquello de que cuando el río suena es que agua lleva, lo cierto es que el proceso de selección para elegir cada año al ganador del Nobel de Literatura siempre ha estado supeditado a los caprichos y antojos de un grupo de 18 vetustos personajes, cuyas propuestas y posteriores votos, se deben más bien a las redecillas internas entre ellos, que a los criterios literarios. Ellos son los llamados «Académicos del Nobel»

Hace ahora cinco años, el propio secretario general de la Real Academia sueca, Horace Engdahl, escribió un libro en el que comenta las reacciones de los miembros de esta institución en los procesos de selección de candidatos de sus primeros 50 años de historia.

Es un libro ameno y divertido, que además presenta todos los que estuvieron nominados en esos años, los que llegaron a la recta final, las decisiones y discusiones de los miembros de la Academia y el porqué fue elegido un escritor y otro no.  Y es que a partir de los años 50 del siglo pasado, todo seguirá siendo secreto y habrá que espera un lustro más para que sea desvelado.

Los elegidos y los rechazados de los primeros 50 años.

Tras abrirse los archivos, el mundo entero ha podido saber de primera mano las razones y el porqué a algunos clásicos de la literatura nunca les dieron el galardón.

Engdahl explica en este libro que el primer Nobel de Literatura de 1901 fue un escándalo porque fue concedido al lírico francés Sally Prudhomme. Nadie se explicaba el porqué la Academia no tuvo en cuenta a escritores del calibre de Emil Zola, Henrik Ibsen o León Tolstoy. Algo similar ocurrió cuando este galardón se concedió a Theodor Mommsen, ignorando a Kafka, Proust y Joyce.

Tolstoy no recibió el Nobel porque era ateo e inmoral según los académicos. (foto: archivo)

Tolstoy no recibió el Nobel porque era ateo e inmoral según los académicos. (foto: archivo)

Los académicos de la primera década del siglo pasado estaban impresionados con las obras de Tolstoy, como «Guerra y Paz» y «Anna Karenina», pero decidieron no premiar al escritor porque, según los valores de la época, era «un ateo e inmoral».

Tolstoy «maldecía la familia, el Estado y era enemigo de la propiedad privada», algo que no era políticamente correcto en esos tiempos.

De la misma forma se apartó a Henrik Ibsen. El noruego tenía un concepto «muy negativo» de la mujer en su papel de madre y esposa. En su obra «Casa de Muñecas», y según la opinión de los académicos, Ibsen «hundía el ideal de la familia cuando presenta a Nora como una mujer que abandona el hogar familiar».

Lo mismo le pasó al sueco August Strindberg, que fue calificado de «pesado insoportable» porque sus textos estaban repletos de «cosas horribles».

Los miembros de la Academia sueca nunca podían premiar a escritores que resultaban conflictivos con los pensamientos morales de la época.  Cuando concedieron el premio de 1909 a Selma Lagerlöf, comenzaron los problemas entre ellos. Unas cartas y escritos de la galardonada, que indicaban una vaga tendencia lesbiana, dividió a los conservadores miembros del Comité Nobel. Y si ésta fue la primera disputa, la razones por las que rechazaron a los más famosos de su tiempo fueron de lo más dispares.

Miguel de Unamuno no obtuvo el Nobel por desacuerdo entre los académicos. (foto: archivo)

Miguel de Unamuno no obtuvo el Nobel por desacuerdo entre los académicos. (foto: archivo)

Las razones por las que los rechazaron

La candidatura de Ernest Hemingway fue rechazada porque «el valor económico del premio podría parecer mezquino a los estadounidenses con respecto a su estándar».

La de Paul Valéry por ser sus textos «demasiado difíciles» y la de Enrique Arreta porque «se pasa de experimental»

Tampoco se tuvieron en cuenta las candidaturas de Gaspar Núñez de Arce porque su «obra rezuma religiosidad». De Concha Espina pensaron que era «una mujer con falta de ideales y vitalidad».

Con Menéndez y Pelayo todavía fue peor porque irritó a los miembros de la Academia al calificar la Reforma Luterana de «fruta despreciable de la barbarie nórdica».

Freud era para estos censores «un aburrido e insufrible» que seguramente «estaba tan loco como sus pacientes».

El Nobel de Literatura se declaró desierto en los años 1914, 1935, 1940, 1941, 1942 y 1943, aunque no fue precisamente por falta de candidatos o por la situación mundial, sino por las discusiones internas entre los académicos y sus formas de pensar. Simplemente no se ponían de acuerdo con las opiniones y caprichos de cada uno, así que declaraban el premio desierto.

Esto ocurrió con Miguel de Unamuno, el autor español más veces recomendado. Si no le dieron el premio fue sólo por culpa de los antojos de un par de ancianos miembros de la Real Academia sueca.

Rechazo al separatismo catalán

Tampoco faltó el toque «político» que hubiera levantado protestas de haberse sabido en su día. El catalán, – que en realidad era canarioÁngel Gimera y Jorge, (así lo escribe la Academia sueca en sus archivos), fue rechazado como candidato al Nobel de Literatura por su «extremo separatismo y amor al catalán. Se porta como el portavoz de una cultura separatista y escribe en una lengua provinciana».

Que tomen buena nota los nacionalistas que todo esto lo dijeron y escribieron los académicos suecos, no los españoles, y así figura en los papeles de los archivos de la Academia sueca.

Ángel Guimerá rechazado 17 años consecutivos por separatismo extremo. (foto: archivo)

Ángel Guimerá rechazado 17 años consecutivos por separatismo extremo. (foto: archivo)

Si ahora se han sabido los verdaderos motivos por los cuales Guimerá no obtuvo el Nobel de Literatura, a pesar de haber sido propuesto por un sueco y haber sido candidato 17 años seguidos entre 1907 y 1923, los historiadores catalanes prefieren mantener la mentira de años atrás, por la cual echan la culpa a las presiones del Gobierno español de la época.

De todas formas ya todo es historia. Es agua pasada porque sucedió hace ya muchos años. Pero ojalá se pudieran saber hoy día los verdaderos motivos de la elección y rechazo del premio de este año y que no sea necesario esperar otros 50 años más.

El circo de los Nobel continúa y como dicen en el mundo del espectáculo, pase lo que pase «the show must go on»

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