La euromariconada que no interesa ganar
El festival de Eurovisión siempre ha sido un buen negocio para las televisiones europeas, siempre y cuando no ganen la final.
© Miguel Mielgo – JM Noticias
Las polémicas que rodean cada año al conocido Festival de Eurovisión sólo son una parte del negocio que supone tener a más de 200 millones de espectadores delante de la pantalla.
Los dimes y diretes entre los participantes, los rumores, muchas veces fundados pero nunca confirmados, la supuesta manipulación de las votaciones y los llamados «escándalos» de algunos de los «artistas», condimentan el marketing televisivo de un concurso que en realidad, a las teles europeas no les interesa ganar.
Montar este espectáculo hortera, icono de los homosexuales y donde la música es lo de menos, cuesta mucho dinero. Demasiado dinero para las arcas de las televisiones públicas europeas que no están para estos excesos. Pero con la ampliación con los países del Este, la remodelación del festival se ha convertido en un nuevo filón de oro.
La eurovisiva Europa, azuzada por los crecientes nacionalismos, se ha dividido en dos bloques: Este y Oeste. Algo que viene de perillas a las televisiones occidentales, más interesadas en que ganen los nuevos miembros, para así tener un espectáculo y evitar los gastos.
A los países del Este les viene todo esto como agua de mayo y así poder alzarse como ganadores del concurso. De esta manera pueden desviar la atención de sus ciudadanos de los problemas internos. Aún así, y por si acaso fallaran los pachangueros concursantes que envían las televisiones occidentales, a los organizadores siempre les queda el recurso de dar un retoque al recuento de los votos telefónicos que además, también generan dinero a la organización.
El cantante irlandés Johnny Logan, ganador varias veces del festival cuando todavía se valoraba la música, lo calificó hace unos días de «karaoke» porque ahora ni siquiera hay una orquesta en el escenario. Pero como no se trata de música sino de espectáculo, el festival no deja de ser una «eurohorterada» televisiva, que algunos llaman «euromariconada» por la proliferación de participantes «gay».
Esto no es más que pan y circo para las masas, cuya cultura no va más allá de las luces de la fama de la caja tonta, pero también es un negocio redondo para las teles que no ganan, que además suelen ser públicas y los gastos los pagan los contribuyentes. ¡Todo por la pasta!